Voy a sincerarme con el mundo: estoy muy lejos de ser una experta en Atlus. La primera mención que escuché a esta compañía fue Persona 3, cuando cierto amigo mío me resumía de forma concisa el sistema de juego y la historia detrás. Estaba claro que era el tercer juego de una saga, y teniendo en cuenta cómo funcionaban las cosas por aquel entonces en el mundillo (y cómo siguen funcionando, la verdad) no me extrañaba demasiado que los videojuegos previos ni siquiera hubieran salido de Japón. Lo que no sabía yo entonces era que, detrás de aquel disco que desesperaba a mi colega, había toda una pléyade de juegos, de los cuales aquella serie no era más que un spin-off, que trataba temas a cual más complicado y escabroso, con guiones muy bien trabajados y una mala leche que a estas alturas de la feria ya se ha vuelto legendaria. “Matador” sigue siendo una palabra que causa pesadillas a los más valerosos jugones.
Mis experiencias, de hecho, se reducen a un puñado de juegos: Persona 3 Portable, Persona 4 (más Golden, más Arena y más Arena Ultimax), Shin Megami Tensei: Devil’s Survivor y, ahora, Persona 5. Que es de lo que voy a hablar hoy.